20070318

Praga

Se le llama “la ciudad de las cien cúpulas”, “la ciudad dorada”, “la madre de todas las ciudades”, “el corazón de Europa”. Está ubicada a orillas del río Moldava, tiene un millón doscientos mil habitantes y el núcleo principal de la ciudad está incluido en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1992.

Conocí a Praga o “Praha” en checo, cuando era la capital de la antigua Checoslovaquia. Eran las 8 de la noche del sábado 17 de Agosto de 1974, cuando entraba a esta hermosa ciudad. Me hospedé en el Park Hotel, ubicado en un sector tranquilo y agradable de la urbe. Una tormenta, al comenzar la noche, había arrasado con los árboles y postes de las calles. Al día siguiente, domingo 18, en la mañana, tomamos el city sightseeing o excursión por los lugares históricos y atractivos de Praga. Fue fundada a finales de siglo IX. Se convirtió en el asentamiento de los reyes de Bohemia. La ciudad tuvo un auge en el siglo XIV con el reinado de Carlos IV, quien ordenó la construcción de la nueva ciudad y, durante la dominación austrohúngara, en el siglo XIX, se convirtió en el centro del nacionalismo checo. Su actividad intelectual y cultural brilla con luz propia.

Nos dimos al placer de recorrer la Plaza de la Ciudad Vieja, en la cual se combina una arquitectura que la hace acreedora de esa herencia cultural de la UNESCO. El color rojo de los techos de los edificios de esta zona es muy peculiar. Representa esta plaza el antiguo entronque de rutas, el mercado medieval y el núcleo original de la población. Me parece que, junto con las plazas centrales de Bruselas y de Brujas, ésta es de las que más a mi gusto arquitectónico he conocido en Europa. Está llena de historia. En esta plaza se vivieron rebeliones y decapitaciones en el siglo XVII; aquí se alzaron contra los alemanes los patriotas en 1945; y posterior a mi viaje, aquí se proclamó, en 1990, el retorno del territorio a la democracia. En la plaza está la Iglesia de San Nicolás uno de los símbolos de la ciudad, barroca, de la primera mitad del siglo XVIII, así como el popular edificio del Ayuntamiento. Asimismo, la Iglesia Tyn, se asoma a la plaza, sobre unos edificios de menor porte. La iglesia Tyn es la construcción gótica más notable de Praga, aunque fue terminada y remodelada, en parte, en estilo barroco. Son especialmente llamativos los afilados pináculos de las torres que se asoman a la Plaza de la Ciudad Vieja. En su interior está enterrado Tycho Brahe, un notable astrónomo.

El Castillo de Praga, la Catedral de San Vito, la catedral gótica más antigua de Europa central, y el Puente de Carlos son de los monumentos simbólicos de Praga. Durante la tarde volvimos a realizar este recorrido y nos detuvimos en este puente. Praga es famosa por sus puentes y, éste, en particular, es necesario recorrerlo completamente a pie, para apreciar todas sus estatuas. Allí pude notar que el puente, en todo su recorrido, está lleno, a cada lado, de figuras de santos. Entre otros, se alzan las estatuas de San Ivo, Santa Bárbara, Margarita y Elizabeth, la Piedad, San José y Jesús, San Francisco Javier, Santa Ludmila con el niño San Wenceslao, el Gólgota, Santa Ana, San Cirilo y Metodio, San Juan Bautista, San Juan Nepomuceno, San Antonio de Padua, San Tadeo, San Agustín, San Cayetano, San Vito, y San Cosme y Damián. Especial referencia debo hacer de la estatua de San Cristóbal. Es una emoción, sólo descriptible allí mismo, apreciar este santo, que me recordó a mi ciudad natal. Se yergue imponente, sobre un grueso pedestal, con el niño Dios en su hombro derecho, de tal forma que pareciera recorrer el río Moldava. Porta una capa gruesa a su espalda. Es perfecto el diseño de su musculatura, que afirma su carácter de gigante, y el báculo, en su mano izquierda, lo hace ver más fuerte y firme.



El Castillo de Praga es otro emblema de la ciudad. Es uno de los más notables, suntuosos y alegóricos vestigios del gran pasado histórico, cultural y social de la capital de la República Checa. Fundado en el siglo IX, fue la residencia de los reyes de Bohemia, de los emperadores del Sacro Imperio Romano, de los presidentes de Checoslovaquia y presidentes de la República Checa, desde 1993. En él se encuentran las joyas de la corona de Bohemia. Con 570 metros de largo y 130 metros de anchura media, es considerada la mayor fortaleza medieval del mundo.


La Catedral de San Vito (Katedrála Svatého Víta, en idioma checo) forma parte del conjunto artístico monumental del Castillo de Praga y es la mayor muestra del arte gótico de la ciudad. Desde 1989 se dedicó al culto de San Vito, San Wenceslao y San Adalberto. Ha sido el escenario de la coronación de todos los reyes de Bohemia, y en su interior se encuentran enterrados todos los reyes, santos obispos y arzobispos. La catedral, aunque católica, es, desde su inicio, en el siglo XIV, de propiedad estatal. Este templo es el símbolo de Praga y de toda la República Checa, tanto por su historia tempestuosa, como por su valor artístico. Fue la culminación de las reivindicaciones de los reyes de Bohemia, que quisieron convertir la Diócesis de Praga en Arzobispado. La primera piedra fue colocada el 21 de noviembre de 1344 por el arzobispo de Praga, Ernesto de Pardubice, en presencia del rey Juan de Luxemburgo y de sus hijos, Carlos (futuro Carlos IV de Bohemia) y Juan. Se erigió en el mismo lugar en el que antiguamente se hallaban una rotonda románica y una basílica, dedicadas, asimismo, a San Vito, de las que todavía quedan restos. Pude observar que la fachada oeste está decorada con estatuas de catorce santos, junto la del rey Carlos IV. En las puertas de este sector se representan las vidas de San Adalberto y San Wenceslao. El Rosetón dibuja la Creación. En la fachada sur se destaca la Puerta Dorada, que debe su nombre al fondo rojo y dorado de los mosaicos venecianos, y en ella se representa el Juicio Final. La torre principal, situada en esta fachada sur, tiene 99 metros de altura y está coronada por una cúpula renacentista, construida en 1770. El Altar Mayor fue elaborado entre 1868 y 1873, y es de estilo neogótico, pero conserva detalles renacentistas del siglo XVII. Los relieves de madera fueron realizados entre los años 1625 y 1650. El de la izquierda representa la huida de un rey de un invierno y el de la derecha una vista de Praga del año 1620. También se puede visitar la tumba de San Juan Nepomuceno, construida en plata en 1736. Fue encargada por Carlos VI y financiada por suscripción popular. La dinámica de la obra remarca la apoteosis del santo. En el Panteón Real se encuentran los restos de Carlos IV de Bohemia, sus hijos y su mujer; los del rey Wenceslao IV, Ladislao el Póstumo, Joseph de Poderbrady, Rudolf II y María Amelia, hija de la Emperatriz María Teresa de Habsburgo. Como colofón de esta visita pudimos deleitar la mirada con los hermosos vitrales de la catedral de San Vito. Son de la época de la Primera República Checoslovaca, por lo que parte de su significado religioso contiene un importante simbolismo del estado checoslovaco que, por aquel entonces, acababa de independizarse del Imperio Austrohúngaro. Al obtenerse el financiamiento de la burguesía checoslovaca, se recurrió a los más importantes maestros cristaleros de Bohemia para realizar esta obra de arte. Sobresalientes son los vitrales del presbiterio y los de la Puerta Dorada, que representan el Juicio Final, con referencias a la historia checa.

Después de terminar a las 5 y 30 p.m. con esta excursión por Praga, en la noche cenamos en un acogedor restaurante en el cual disfrutamos de una presentación moderna y vistosa, llamada “The magic lighter”. Al día siguiente, lunes 19 de Agosto de 1974, me despediría de esta fascinante urbe europea, en la que el pasar de los siglos ha dejado imborrables huellas en su rostro.


El Italiano

ISAAC VILLAMIZAR

Es la lengua nacional de Italia. También se habla al sur de Suiza, donde es reconocido como idioma oficial. La Ciudad de El Vaticano y San Marino también lo tienen como su idioma. Existen entre 70 y 110 millones de hablantes del italiano en el mundo. Fue el primer idioma internacional de la Edad Moderna en Europa, pues en el siglo XVI se instituyó la cátedra originaria para la enseñanza del italiano a extranjeros, precursora de su género entre todos los idiomas europeos.

La lengua italiana es una de las lenguas románicas de la familia indoeuropea. Se trata de una única lengua, pero con numerosos dialectos. Es heredera directa del latín que hablaban los romanos e impusieron a cuantos pueblos estuvieron bajo su imperio. Fue en Italia donde precisamente se dio con mayor intensidad, en la edad media, la pugna entre el latín como lengua culta escrita, aunque muerta, y las lenguas que proceden de él como populares y habladas, y por lo tanto vivas. Dentro de las lenguas romances se encuentra la vertiente occidental, en la cual se comprende las lenguas galo italianas (lombardo, piamontés, emiliano o boloñés, romañolo y ligur), y las ramas ítalo dálmata, que incluyen el extinto dálmata, el siciliano, calabrés, napolitano, y el propio italiano o “toscano”, más propiamente dicho. El reconocimiento oficial del estado italiano a esta lengua impone obligaciones para su protección, preservación y promoción, bajo la Carta Europea de Lenguas Minorizadas y Regionales. También reconoce como lenguas regionales al sardo en Cerdeña y al friuliano en la región de Friuli-Venecia Julia.

El dialecto toscano alcanzó preponderancia durante el siglo XIV, dada la situación geográfica central de la Toscana, y el hecho de ser Florencia la ciudad más influyente en el orden comercial y cultural. Por otra parte, el toscano es el dialecto que menos se aparta morfológica y fonológicamente del latín clásico, a lo que se debe agregar que la cultura florentina ha albergado a tres grandes representantes del pensamiento y alma italiana durante la edad media y el temprano renacimiento, como Dante, Petrarca y Boccaccio.

El italiano moderno ha aceptado los cambios inevitables de cualquier lengua viva, y los dictámenes de la Academia Della Cruscca, fundada en 1553 como la autoridad oficial en materia lingüística para los

italianos, han normado con éxito la regulación del idioma, tomando en cuenta tanto el purismo clásico, como la lengua viva toscana. El italiano contemporáneo conserva algunas propiedades del latín, pero su léxico ha sufrido los cambios necesarios para nombrar las condiciones de vida de sus hablantes. Los cambios fonéticos habidos desde el latín están reflejados en su ortografía, que es prácticamente fonética, por lo que cualquiera que sepa latín o cualquier lengua románica, aprende italiano con facilidad. La diferencia más notable que existe entre el italiano y el español reside en la formación de sus plurales, que no se realizan añadiendo s o es, sino que los femeninos terminan en e y los masculinos en i.

Existen comunidades italofónicas en Inglaterra, Bélgica, la ex-Yugoslavia, Francia (Córcega y Niza), Mónaco, Malta, Argentina (1,5 millones), Uruguay, Brasil, Venezuela, Chile, México, Colombia, Estados Unidos (1 millón de hablantes en las grandes ciudades), Canadá, Australia, y las ex colonias italianas en Africa, como Etiopía, Eritrea, Somalia y Libia.