20060829

Yvoire y Peribeca

El 13 de agosto de 2001 hice un viaje en el tiempo hacia la Edad Media. Conducía desde Ginebra, Suiza, bordeando el lago homónimo, también denominado Lac Léman, el mayor de Europa Occidental. Con la vista de aguas apacibles, cisnes danzantes, jardines exuberantes, mansiones y chalets rurales preciosos, cruzaba las pequeñas comunidades de Bellevue, Cologne, Ameres, Hermance y Messery. Toda esta composición paisajística me deleitaba en grado sumo y era un verdadero tranquilizante a mi mente. Pero me imaginaba lo que aún me encontraría. En un momento del traspaso imperceptible de la frontera helvética, y ya en tierra francesa, a 20 km. de la metrópoli ginebrina, por la carretera nacional Rue D 25, me encontré con un inmenso estacionamiento y un aviso que daba la bienvenida a la villa medieval de Yvoire.

Otro aviso explicativo deba cuenta de la posibilidad de recorrer a pie esta localidad. Con la natural curiosidad, me di a la tarea, junto a mi esposa y mi padre. Se trata de una auténtica comunidad fortificada de la Edad Media, a la cual se accede por un pórtico llamado Porte du Rovorée, en la Place de la Marie. De aquí parte una calle principal, empedrada, la Grande Rue, y con ella pequeñas edificaciones, también de piedra, con viejas puertas de madera y balcones profusamente adornados de las más coloridas y frescas flores que haya notado en el Viejo Continente.

No existe una sola construcción moderna. Todo parece vivirse 600 años atrás. Yvoire es de aquellas villetas ancestrales que uno sólo imagina en las películas. Restaurantes, cafés, hoteles, locales de comercio, tiendas de souvenirs y oficinas de turismo, hacen comunidad respetando al extremo el urbanismo medieval. Yvoire data el año 1306, tiene 750 habitantes, y ya se prepara para celebrar sus 700 años en el 2006.

Turistas de los cinco continentes la caminan con gran admiración. En un pequeño promontorio, al que se llega por la Rue du Lac, se alza su Castillo, del siglo XIV, desde donde se divisa, con todo su esplendor, el lago de Ginebra. Dos muelles, Port du Plaisance y Port du Pecheurs, constituyen el atracadero de veleros y yates suizos y franceses. Su pequeña iglesia levanta una torre con aguja, que es símbolo de la villa. Yvoire, hasta la fecha, ha ganado 74 premios de concursos de las ciudades más floridas, siendo uno de los últimos el famoso Gran Prix europeo Medalla d´ Argent 2002.

Las flores aparecen hasta en los resquicios más insospechados, independientemente de la época del año, pues hasta en invierno hay flores, e incluso coles de colores que hacen el mismo efecto. Yvoire es el “jardín de los cinco sentidos”.

Se me ocurre que con Peribeca pudiéramos tener nuestra Yvoire. Los elementos están. Sólo es cuestión de imaginación, organización e iniciativa. Hacer un gran estacionamiento a la entrada, construir en cada esquina portales de piedra; permitir el recorrido únicamente a pie; restaurar y pintar todas las casas de manera similar, colocar muchos floreros de barro en los postes y aceras; colgar de los balcones y barandas profusas jardineras con claveles, pompones, campanitas, novios y amor ardiente; animar con bandas musicales la estadía en la Plaza Bolívar, esmerarse en la atención al turista; cuidar en extremo del ornato y la limpieza, incrementar y diversificar los puntos de venta de artesanía típica de la región, presentar danzas y teatro de manifestaciones típicas y folklóricas andinas, haría todo ello de Peribeca, todos los días, nuestro “jardín de los cinco sentidos”.