20061212

CULTURA VIAL EUROPEA

ISAAC VILLAMIZAR

Una de las conductas en la cual se manifiesta el respeto a los derechos de los demás y a las normas, es la que conforma la cultura vial. Conducirnos en la calle, ya sea como peatones, como motorizados o como conductores, es como conducirnos en sociedad. Hacer una maniobra correctamente se asimila a saludar con cortesía. En muchos detalles se demuestra nuestra educación, nuestro sentido común y hasta nuestra prudencia, cuando acatamos todo el sistema que rige el tránsito terrestre.

Asumir el papel de conductor en otros países, como por ejemplo los desarrollados, a veces es bastante complicado, para quienes estamos habituados, como en Venezuela, a hacer lo que mejor nos parezca con un vehículo. Allá se puede realizar sólo lo que está permitido y no lo que se nos antoje. Todos, a pie o al volante, acatan rigurosamente las reglas. Nosotros hemos tenido la ocasión de conducir por las autopistas y carreteras nacionales de Francia, Luxemburgo y Suiza. Es una experiencia aleccionadora sobre lo que aún falta en Venezuela por asumir, en cuanto a una decente cultura vial se refiere.

Lo primero que debemos destacar es que, aunque no es lo mismo manejar en las ciudades que en el campo europeo, en ambas rutas se cumplen las instrucciones correspondientes. En grandes ciudades como París, Orleans, Tours, Le Mans, Reims, Luxemburgo, Metz, Nancy, Basilea, Zurich, Lucerna, Berna, Ginebra, Lyon y Dijon, cada vehículo de transporte (bicicleta, bus, automóvil y tranvía) circula por el canal que le corresponde, sin invadir el del vecino, y a la velocidad permitida. El peatón, que cruza la vía cuando la señal lo indica, tiene prioridad en las intersecciones, incluso cuando la luz verde anuncia el paso vehicular. En Londres la mayoría de los semáforos tienen botones para advertir esta prioridad. No está permitido estacionar el vehículo en cualquier parte, ni siquiera para que baje un pasajero. Sólo se puede estacionar en las calles que tienen parquímetro. El tiquete expedido por esta máquina, que indica la fecha, la hora y la duración, debe estar a la vista en el parabrisa, pues de lo contrario, en cinco minutos, llega la policía a imponer la multa respectiva. También se dispone de grandes estacionamientos, de varios pisos, en los cuales el tiquete entregado por el dispensador automático debe ser entregado a la salida a una máquina que calcula el monto, cobra el mismo en moneda o billete, entrega vueltos y regresa el tiquete, para ser presentado de nuevo al dispensador.

Las calles ofrecen profusa señalización. El acceso desde el centro hacia las carreteras interurbanas o hacia las autopistas, que se identifican con letra y número, está bien orientado por vallas muy informativas. Si se trata de la conducción entre una ciudad y otra, la situación es admirable. Todas las carreteras nacionales, asfaltadas como una seda y por donde es recomendable transitar cuando se quiere conocer en detalle el campo y los pueblos típicos, están perfectamente señalizadas, en cuanto a distancias y conexiones por otras rutas. Si la elección es la autopista, se considera que se utiliza un servicio público, en todo el sentido de la expresión. Los peajes, en muchos de los cuales no existe personal, se dividen en pago exacto, con vuelto, en moneda, en billete o con tarjeta. En Suiza, por ejemplo, al ingreso del país, se cancela una calcomanía, que se pega al parabrisa y que permite la circulación por todas las autopistas. En Alemania se considera que conducir a menos de 80 Km/hora por autopista es una infracción, porque impide la rápida circulación. Cada 20 Km., en ambos sentidos, se encuentra un parador, con baños relucientes y artículos para bebés. Hay hotel con todas las comodidades. La gasolina self service se paga en la tienda, ante el computador, la cual indica el dispensador utilizado, la cantidad surtida y el monto correspondiente. En esta tienda se consigue desde una aguja, hasta la comida más variada, lista para consumir.

Francamente, no es fácil conducir en Europa cuando se tiene adoptada una cultura vial distinta. Pero cada vez que se hace, ello es no sólo edificante, sino una muestra de la alta responsabilidad que se tiene en la calle, cuando se ejerce y se respeta el derecho al tránsito.