20060906

Registro de Viajes

Isaac Villamizar

Muchos son los beneficios de viajar: la frescura que reporta al espíritu, el ver y oír cosas maravillosas, la delicia de contemplar nuevas ciudades, el encuentro con nuevos amigos, y el aprender finas maneras. Otro beneficio es reportar para la memoria lo que hemos conocido. Eso es, digitalizar y escribir lo que encontramos a nuestro paso. Cervantes referiría que el andar tierras y comunicar con diversas gentes hace a los hombres discretos: mientras que un proverbio árabe asienta que los viajes ponen al desnudo el alma del hombre. “¿Qué es viajar”?, se preguntaba Anatole France: “¿Cambiar de lugar? No. Cambiar de ilusiones y prejuicios.” Incluso, Carlos Goldini, dramaturgo italiano, aseguraba que “el que no sale nunca de su tierra vive lleno de prejuicios.” Viajar implica conocer gentes y lugares. Para algunos ambos objetivos son requeridos. Otros se concentran más en uno de ellos. Rousseau admitía que hay muchas diferencias entre viajar para ver países y viajar para ver pueblos. Por eso, Camilo José Cela estimaba que cuando viajaba lo que más le interesaba era la gente, porque sólo hablando con ella se conoce el ambiente.

No es lo mismo ser turista que viajero. Turista es quien se apresura, por lo general, a regresar a su casa al cabo de algunos meses o semanas; el viajero, que no pertenece más a un lugar que al siguiente, se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la Tierra. Por eso, el viajero no sabe donde morirá. Es un eterno errante para quien- como lo decía Víctor Hugo – “viajar es nacer y morir a cada paso.”

La vida es un libro del que, quien no ha visto más que su patria, no ha leído más que una página. Eso me recuerda que los viajes hay que escribirlos. Hay que registrarlos. Porque como todos los grandes viajeros, se ven más cosas de las que se recuerdan y se recuerdan más cosas de las que se han visto. Muchas maneras existen para guardar en la memoria los lugares recorridos. Hoy la digitalización hace maravillas con esto. Particularmente, aparte de la filmación y reproducción fotográfica, aprendí de mi padre a llevar un diario escrito de viajero. Registrar por escrito las vivencias de viajero, estimula el cerebro e impulsa la actitud sensorial para no perder detalle alguno. También permite incorporar a las notas tomadas nuestras propias percepciones y comentarios de lo que conocemos. En este diario, para cada jornada trazada, anoto lo más mínimo. Asiento el hotel donde me alojé, cuanto me costó la habitación, cual comida típica degusté, cuáles museos visité, qué encontré en cada catedral, iglesia o templo conocido, en cuáles pueblitos o villas me detuve en mi tránsito terrestre, cuáles son las estaciones por las que pasa el tren, qué monumentos, castillos, montañas o valles se observan al margen derecho e izquierdo del río navegado, y así por el estilo. Un viaje se inscribe simultáneamente en el espacio, en el tiempo y en el intelecto. Los viajes han sido en la juventud parte de nuestra educación, y en la adultez parte de nuestra experiencia. Viajar es pasear nuestros sueños. Significa que todas las rutas están abiertas; que todos los caminos conducen a todas partes; que con los equipajes nacen muchas inquietudes, así como demasiadas satisfacciones.