20070125

LUCERNA ENCENDIDA

ISAAC VILLAMIZAR

Venía conduciendo por la carretera nacional desde Zurich. Los canales de circulación eran impecables. Después de una hora de recorrido, siendo el día Sábado 11 de Agosto de 2001, entraba a una de las ciudades más espléndidas de Suiza. No imaginaría sino hasta conocerla plenamente, que sería para mí un rincón del mundo de los que más disfrutaría intensamente. Había planificado estarme un día aquí, pero por el influjo mágico de Lucerna me hizo pensar que este es un lugar para quedarse. En este itinerario de viaje del 2001, junto con París, Lucerna ha sido la ciudad que mayor atención ha captado en mí. En mi interior haría una promesa. De volver a Europa, de nuevo me extasiaría en los paisajes de Lucerna.

En mi criterio de viajero, el encanto de la ciudad lo compone una serie de elementos: su arquitectura, sus calles, sus puentes, y como colofón el espectacular Lago de Lucerna. Al salir de la urbe, el paseo lacustre por sus márgenes permite divisar unas aguas tranquilas, de un azul muy intenso, pinceladas con cisnes y veleros multicolores. Una muralla natural brilla, debido a los verdes de variados matices desprendidos de las montañas, de los árboles y de los tupidos bosques que lo circundan. Los típicos chalets de madera, con jardines de profusas flores en sus balcones, dan un toque pintoresco a esta campiña. El clima en verano, a pesar de ser algo frío, permite los destellos del sol con más brillo. Remata el paisaje, al fondo, los imponentes Alpes suizos, cuyos nevados coronan este paraíso terrenal. Esta geografía característica ha hecho que en Lucerna también se concentren diversas actividades y eventos que definen la vida cultural y artística de la ciudad.

La ciudad está cortada en dos partes, por un río, el Reuss, que desemboca en el lago. A su vez ambas márgenes están unidas por dos puentes, entre otros, de madera. Estos puentes de sólo circulación peatonal, se llaman el Kapellbruckemit Wassertum y el Spreuerbrucke, respectivamente. De las barandas de cada uno cuelgan unos jardines. Una torre medieval, ícono de Lucerna, se levanta en medio del río. Uno de estos puentes, el Kapellbruke, considerado como el más antiguo de Europa construido en madera, está adornado internamente en su techo con cuadros y pinturas alegóricos a la historia de la ciudad. El principal puente para circulación vehicular se denomina el Seebrucke, que lleva a la zona central, conocida como Centrum City.

El lago de Lucerna, algo para perennizar en la memoria, me causó una paz y una tranquilidad, como pocos paisajes han influido de tal manera en mí. Los cisnes, patos, barcos, lanchas de deportes acuáticos, son la diversión de propios y turistas. Decidimos bordear el lago, antes de encontrar alojamiento. Nos detuvimos en un muelle para apreciar de cerca esta magia lacustre y estos paisajes suizos, que evocan cuentos infantiles. A las 5 p.m., junto con mi esposa y mi padre, almorzamos en el Hotel Restaurante Balm Meggen. Excelente comida y atención al lado del lago y en medio de bosques. Una botella de vino de la región daba un gusto particular a la escena. Al no haber habitación en este sitio, continuamos nuestro recorrido hasta llegar al Hotel Belleuve Au Lac, que traduce “Bella Vista del Lago”. El nombre no podía ser más apropiado, porque de las habitaciones que tomamos, las números 116 y 117, se apreciaba toda esta magia paisajística de Suiza, como si la terraza del cuarto fuera un mirador especialmente acondicionado para tal fin. La dirección la anotaría para un próximo regreso: Gund M. Camen Zind, Seeburgstrasse.

Luego de un descanso, paseamos por el centro de Lucerna y recorrimos sus puentes de madera. Nos esperaba un espectáculo que realmente nos tomaría por sorpresa. El deleite de la mirada no sólo sería de día, sino también nocturno. Conduciendo por las calles de Lucerna, de repente, noté que la circulación comenzó a obstruirse. La ciudad se paralizó en todos sus medios de transporte. No había paso desde el Downtown hacia las márgenes del lago. La gente comenzó a buscar su puesto en los malecones. Nosotros no sabíamos de que se trataba, hasta que nos dimos por enterados que, como todos los años, Lucerna era anfitriona del “Seenachsfest”, así llamado en alemán o del “Summer Night Fireworks”, su denominación inglesa. Es una de las fechas de mayor connotación en el programa del calendario tradicional suizo. Es un festival de fuegos pirotécnicos que constituye uno de los acontecimientos más esperados del año, y uno de los atractivos de mayor deleite para el turismo. Y nosotros habíamos coincidido con él. ¡Qué fortuna! De pronto, durante algo más de una hora, el cielo se viste de gala. Las luces y formas más esplendorosas que uno puede imaginar iluminan las alturas de Lucerna. Los fuegos pirotécnicos trasladan a la noche los vivos colores que se han visto de día. Como en las películas de Walt Disney, cada luz es más encendida y variada que la anterior. Las caprichosas figuras parecen transportar las estrellas al alcance de la mano. En mi vida había visto tanta majestuosidad nocturna.

Amanecer en Lucerna, al día siguiente Domingo 12 de Agosto de 2001, ha sido todo un sueño convertido en realidad. Este es uno de los días más hermosos que he vivido. Salir al balcón de la habitación y contemplar con un sol radiante la vista del Lago de Lucerna, con aquel azul intenso, las montañas de variadas tonalidades verdosas, y en el fondo una hermosa cortina que hacen los Alpes suizos nevados, ha sido un gusto que he experimentado en plenitud. Me he despedido de Lucerna este día. Algo de mí ha quedado en este rincón de éxtasis de Suiza. Algún día vendré aquí de nuevo a recogerlo.