20060918

Viena

ISAAC VILLAMIZAR

Viena es una de las ciudades más hermosas del mundo. Su arquitectura, sus edificios suntuosos, sus parques, sus bosques, sus avenidas sus museos, su vida musical, sus manifestaciones culturales, su historia, su carácter cosmopolita, la hacen un atractivo que complace al más exigente de los viajeros y una estadía obligada de cualquier recorrido europeo. Con sus más de un millón seiscientos mil habitantes, concentra el 25% de la población austriaca. El Danubio, que lamentablemente no es azul, pero que separa el anillo Ring que concentra el centro histórico, de la urbe moderna e internacional ubicada en Donaustad, riega el valle de esta cuenca panoniana.

Era la segunda vez que me encontraba en esta capital, entre el 3 y 6 de Septiembre de 2001. El city tour puede hacerse en coche tirado con caballos (lo que es más recomendable), o con una visita guiada en autobús, pagando 30 euros. Yo lo hice en ambos. Sin embargo, es una delicia turística recorrer las 7 cuadras del bulevar peatonal Karntner Strasse, en el Distrito 1, de los 23 que tiene la ciudad, y que van desde la Opera de Viena hasta la famosa Catedral de San Esteban. Este Domo, que domina la panorámica central y que impresiona por su arquitectura gótica, exhibe un techo con huella propia, con sus rayas verdes y amarillas. Iluminada adecuadamente de noche, la torre más grande y alta, en forma de lanza, se convierte en símbolo de Viena. Internamente, desde la puerta gigante hacia el Altar principal, donde destaca un óleo de San Esteban, se van apreciando coloridos vitrales, las capillas de Santa Bárbara y de San Eligio, el Coro con el órgano que produce una acústica maravillosa, una estatua en mármol de San Cristóbal, en su nicho a la entrada del Altar Mayor, y una hermosa imagen de San Sebastián, muy asaeteado y atado al tronco.

Al transitar la Avenida Ring van apareciendo las imponentes edificaciones y bellísimos jardines del Palacio Imperial, las estatuas de Karls, del Príncipe Eugenio y de la Emperatriz María Teresa; el Museo Histórico, el Museo de Bellas Artes y el Museo de Ciencias Naturales; el Hofburg o Palacio de la Emperatriz Elizabeth y sus aposentos imperiales vistos desde el exterior con magníficas estatuas; el Parlamento, inspirado en los templos griegos, y presidido por una majestuosa estatua de Palas Atenea; el Rathaus o Municipalidad; el Teatro Nacional, la Universidad, la más antigua en lenguas germánicas, y el Votivkirche, frente al Sigmund Freud Park. Y así sigue esta ruta por el periférico circuito de la Avenida Ring, muy ancha, donde el vienés disfruta de los más señoriales, antiguos y famosos cafés de la ciudad, así como los más importantes locales comerciales.

Merecen ser visitados la Iglesia Escocesa, la calle y monumento de Marco Aurelio, la casa donde Mozart dio un concierto a los 6 años, en la Plaza Amhof y la casa donde Beethoven vivió diez años, en la parte más antigua de Viena. También es preciso conocer el Stadt Park, construido en el siglo XIX, donde se levantan estatuas de Schubert y Johan Strauss. Al pasar el río Viena, se llega al famosísimo Palacio Schonbrunn. Sus jardines y fuentes, en las que resalta la dedicada a Neptuno, contrastan con su pintura exterior ocre. Los fastuosos salones y habitaciones donde vivió la Emperatriz María Teresa, están lujosamente decorados con infinidad de tapices, cuadros de la familia imperial, jarrones chinos, espejos, frescos y vistosas lámparas en el techo, pisos de madera y detalles de decoraciones especialmente traídos de China y Brasil. Este es, en una excursión que transporta nuestra imaginación, el encanto de Viena.

20060917

VIDA, OBRA Y MUERTE DE VAN GOGH

ISAAC VILLAMIZAR

La muerte llega a todos por igual. A ricos y pobres. A virtuosos y pecadores. A felices y desdichados. Como afirma Fernando Savater, ella es “fatalmente necesaria, perpetuamente inminente, íntimamente intransferible, solitaria…” Muchos conocen la gloria durante su vida. A otros les llega después de la tumba, sin disfrutar de sus mieles. El miércoles 15 de Agosto de 2001, junto con mi esposa y mi padre, visité la villa francesa de Auvers Sur Oise, a 35 Km. al norte de París. Dos motivos tenía yo para ello. El primero era conocer las raíces del apellido homónimo de mi esposa, Auvert. El otro era respirar el ambiente donde vivió sus últimos días uno de los grandes genios de la humanidad: Vincent Van Gogh.

Auvers Sur Oise es un pequeño poblado a orillas del apacible río LOise. Casas típicas de la campiña francesa y calles decoradas con impactantes flores, hacen del lugar una verdadera postal. No en vano el artista holandés la plasmó en 1890 en el cuadro “Vista de Auvers”.

El Chateau de Léry es un gran castillo, con jardines cuidadosamente ornamentados, desde donde se domina una magnífica vista del pueblo. Al frente de la municipalidad, denominada Hotel de la Villa, se encuentra el Albergue Ravoux, ahora llamado “Maison de Van Gogh”, donde llegó el 20 de mayo de 1890 y se hospedó en sus últimos días de existencia el famoso pintor. Subiendo hacia las colinas del pueblo se pasa por la Iglesia, también retratada por Van Gogh, con campanario viejo, altos vitrales y paredes que parecen conservar muchos años de plegarias. Rematando las colinas y donde se abren extensos campos de sembradíos de trigo, esta el cementerio. Gran curiosidad llevaba por acercarme a la tumba del pintor. Pero…¡Qué sorpresa! Mi asombro no tenía límites. Me encontré, al lado de una de las paredes perimetrales del camposanto, con una corroída y enmohecida lápida, que tiene la inscripción: “Ici repose Vincent Van Gogh, 1853-1890”. Con similar lápida e inscripción se encuentra su hermano Theo. Una frondosa enredadera y algunas espigas de trigo ofrendadas por admiradores, son todo lo que compone la obra que guarda los restos del genio. Pensé de inmediato sobre la vida, obra y muerte de la gente. En este caso, reflexioné sobre la vida miserable, enloquecida y desafortunada de Van Gogh, que al suicidarse en Auvers Sur Oise, sin un centavo en el bolsillo, estaba enterrado en la forma más pobre y ruin, tal como habían sido los últimos años de su vida. Las espigas de trigo del pueblo, símbolo de riqueza, en su tumba, me recordó el contraste de esta vida con las glorias y fama de sus pinturas.

Cuando días luego, el viernes 24 de agosto de 2001, visité el Museo Van Gogh, en Amsterdam, donde se exhiben y se cotizan en miles de millones de dólares sus óleos, entre ellos 8 cuadros pintados en Auvers Sur Oise, y cuando también recordaba que en el Museo D ́Orsay, en París, al lado de otros grandes impresionistas, se muestran otros de sus cuadros de valor incalculable, mi tristeza fue aún mayor. ¿Era posible que la Fundación Van Gogh, que administra el museo de moderna arquitectura holandesa, no hubiera destinado parte de los fondos que ingresan por entradas, a darle una visión decente a la tumba de quien produce tanta fortuna?. Pero volví en mis pensamientos.

Así es la vida, la obra y la muerte de muchos genios. Incomprendidas, enfermas y oscuras en su ser. Admiradas, invalorables, productivas y frenéticas en su accionar. Olvidadas, abandonadas y rechazadas en su agonía.

20060916

Brujas

Isaac Villamizar


Brujas es una de las ciudades más románticas de Europa. Sus pequeños puentes, sus canales y sus cisnes, entre otros elementos, la hacen ciudad encantadora. Como tesoro escondido que se va descubriendo, las carretas calesas y barquitas que recorren los lugares más pintorescos de Brujas, nos recuerdan un cuento prodigioso que comienza por: “Erase una vez...” En mí permanecerá como una hermosa estampa la visita que hiciera a Brujas el miércoles 22 de Agosto de 2001. Desde Bruselas, la capital de Bélgica, se puede tomar un autocar, que en hora y media hace el traslado a este rincón de hermosos encantos.

En las riberas del Zwin nació como pequeña colonia, entre los siglos VII y IX. Los primeros habitantes que buscaron refugio en el lugar lo llamaron “Briggia”. Alrededor de esta plaza-fuerte, denominada “Brug”, construida por los Condes de Flandes, se desarrolló una ciudad que, gracias a su enlace con el mar, se convirtió en emporio comercial. Su importancia hizo que dichos Condes residieran en ella y acuñaran su propia moneda. En la Edad Media Brujas adquirió un carácter residencial, con un brillo grandioso, por la presencia de los Duques de Borgoña. Ello la convirtió en una ciudad fastuosa y en centro artístico europeo. A partir del siglo XIV tuvo el auge del hierro forjado, de la tapicería y del bordado. Brujas internacionalmente es conocida por su producción y comercio de encajes. Nacida del mar, Brujas recibió de éste la prosperidad social que requería para la conservación de su inestimable patrimonio. La presencia del agua en todas partes hace de este rincón de Bélgica una postal inolvidable.

La ciudad tenía siete puentes de entrada, que en la actualidad quedaron reducidos a cuatro. Sus canales fueron hechos por Luis XIV. El paso vehicular está restringido en sus calles centrales, por lo que es necesario visitarla a pié. El centro de Brujas – literalmente hablando – lo conforman el Ayuntamiento y la Plaza Mayor. El campanario de la municipalidad y su plaza cubierta fueron construidos hacia 1240. Servía de sala de reunión para los magistrados de la ciudad. Su torre de piedra, símbolo característico, data del año 1300. A su pie se encuentra un balcón, desde el cual las autoridades anunciaban las leyes y prescripciones de los mercados, entre los siglos XIV y XVIII. Encima de este balcón se encuentra la estatua de Nuestra Señora, Notre Dame, que, al igual que las otras 600 estatuas de la virgen, diseminadas por todas las calles del poblado, son verdaderas piezas de arte. La Plaza Mayor es una de las más hermosas que han visto mis ojos. Es un verdadero éxtasis contemplarla, rodeada de diferentes casas con fachadas muy coloridas, en forma de escalera. Su parte oriental está ocupada por los hermosos edificios del Gobierno Provincial y de la Oficina de Correos, ambos de estilo gótico. En esta plaza, la más importante, se echaron las bases de la vida económica, política y social de Brujas. Los caballeros defendían en ella sus títulos de nobleza, los pescadores levantaban sus puestos de venta, allí se discutía sobre la industria textil y el pueblo luchaba por su libertad. En esta plaza se veían la horca y la guillotina. Hoy, una magnífica fuente y una estatua de piedra y bronce del carnicero y tejedor de la ciudad, fervientes combatientes independentistas, destacan en su medio. Estuve más de media hora girando mi vista alrededor de la plaza. Al recorrer en barca los canales de Brujas, que se denominan “los canales del amor”, se aprecian las construcciones medievales aún mantenidas, con balcones de madera y preciosas jardineras. Los puentes viejos de piedra y las cuatro puertas con las murallas que dan acceso a la ciudad, nos transportan a épocas lejanas.

Numerosos objetos de bellas artes conforman el rico y variado patrimonio artístico de Brujas. Destaco dos obras que me impresionaron, ambas en la iglesia de Nuestra Señora, levantada en el siglo IX. La primera, la imagen de la Virgen y el Niño, esculpida en mármol de Carrara por Miguel Angel, una de las creaciones más raras de este artista, que se encuentra fuera de Italia. La segunda, el espectacular púlpito de roble, esculpido en 1743, con diversas figuras barrocas.

Brujas es un hechizo de arte, de arquitectura y de paisaje.

20060910

DIANA Y SU ANTORCHA

ISAAC VILLAMIZAR

El 31 de Agosto de cada año se cumple el aniversario de la muerte de Diana de Gales. Mucho se ha escrito sobre su corta vida, pasajes de cuentos de hadas, en unos momentos, e infierno soportado en medio de la opulencia, en otros. Mucho también se ha dicho sobre su muerte, rodeada aún de especulaciones por las circunstancias en que ocurrió. No es mi propósito, en estas líneas, agregar más a ello. Sólo quiero expresar los sentimientos que pueden aflorar ante una existencia tan contrastante como la de la princesa Diana, que hacen filosofar sobre el significado y efectos de dos acontecimientos ineludibles y tremendamente humanos: la vida y la muerte. Y la mortalidad de Diana es un excelente ejemplo para este análisis. Comienzan mis reflexiones el jueves 16 de Agosto de 2001, fecha en la cual, según reporta mi Diario de Viajero, tuve la ocasión de encontrarme en el Puente y Túnel del Alma, en la ciudad de París, justo a orillas del Sena. Lugar dramático éste, por ser donde oscureció la vida de Diana, al quedar incrustado en los barrotes del túnel el cuerpo magullado de la princesa. Allí hay una simbología extraordinaria. Sobre Le Pont de l Alma se aprecia una pequeña plaza, donde se levanta la llama de la libertad, réplica exacta de la flama de la Estatua de la Libertad, ofrecida por el pueblo francés al norteamericano. Es que la vida no nos hace libres, sino que desde su comienzo nos trae un nudo que nunca se desata, que es la muerte. Allí se congrega en el monumento, fotos, reproducciones de revistas y mensajes que los visitantes dejan estampados sobre la vida de Diana. Igual ocurre en los muros del túnel, donde en graffitis sus admiradores expresan espontáneamente sus sentimientos y recuerdos para la princesa. Pareciera que a través de esa antorcha se va quemando y a la vez va emergiendo toda la alegría y dolor que su personaje ha dejado en los corazones de sus súbditos. Es que Diana, desde las aulas del preescolar, donde modestamente impartía instrucción, pasó a las mansiones de la opulencia, de los palacios reales. Tal vez con ello se preparaba para morir. Porque Séneca admitió que el mejor tiempo para morir es en plena prosperidad. Quizá el destino quería hacerle vivir intensa y brevemente la felicidad y la miseria humana. Aunque morir más temprano o más tarde, según el mismo Séneca, es cosa de poca importancia, pues lo que interesa es morir bien o mal. Tal vez en poco tiempo Diana comprendió que la vida puede ser un infierno que se debe soportar y salvar, para buscar luego la anhelada felicidad. Como lo expuso San Agustín, ¿qué otra cosa es una larga vida sino un largo tormento? Es posible que el mismo destino, luego de sus amarguras, le estaba dirigiendo al verdadero día de su exaltación, en un oscuro y transitado túnel parisino. Porque el mismo San Agustín advirtió que la vida feliz no puede ser otra que la eterna, donde no hay muchos días felices, sino uno solo. Concluyen mis cavilaciones en la inmensa tienda por Departamento Harrod´s, en el sector de Knigtsbridge, en Londres, propiedad de la familia Al Fayed, que visité el 20 de Agosto siguiente. En su sótano, especialmente acondicionado, se conserva un Memorial con las fotos de Diana y Dodi, en dos aros entrelazados, y en medio de fuentes y esculturas de aves silvestres y marinas, para también representar la libertad. Resalta el anillo de compromiso que es una estrella de piedras preciosas, de cuatro puntas, y las copas con las que brindaron la noche de su muerte en el Hotel Ritz de París. Recordé, entonces, al poeta Jorge Manrique: “Partimos cuando nacemos, andamos mientras vivimos, y llegamos al tiempo que fenecemos, así que cuando morimos descansamos.”

LOS BRITANICOS Y BUCKINGHAM

ISAAC VILLAMIZAR

En Inglaterra, país donde vivimos y estudiamos durante tres años nuestros grados de primaria, hay actitudes, gestos y lenguaje corporal que son convencionalismos sumamente respetados por el flemático inglés. Son personas muy reservadas. Evitan el entusiasmo excesivo en la conversación. No aceptan una actitud desmesuradamente amistosa, ni gesticular demasiado. Se considera grosero dar palmadas en la espalda y poner el brazo sobre los hombros. El único modo de cruzar las piernas es colocando una rodilla sobre la otra. Gritar resulta ofensivo. Si ésta es la forma común de conducirse el británico en la vida social, qué podemos imaginarnos de lo que ocurre con la realeza.

A partir de la muerte de la princesa Diana, y por las críticas que surgieron hacia la familia real, parece que la corona se acercó más al pueblo. Una muestra de ello es la apertura al plebeyo de las puertas del Palacio de Buckingham. El Lunes 20 de Agosto del 2001, en uno de mis viajes de regreso a Londres, al salir de la estación del metro o underground Victoria, tuve la inolvidable ocasión de entrar por vez primera a las instalaciones palaciegas. Buckingham Palace está abierto entre el 4 de Agosto y el 30 de Septiembre, para poder apreciar las habitaciones donde la Reina Isabel II atiende como Jefe de Estado. En este momento, la entrada costaba 9 libras esterlinas senior y 11 libras adults. De esta manera, el de sangre roja puede visitar, a nuestro juicio, el palacio más lujoso y rico de Europa. En 1826 Jorge IV encargó al arquitecto Jorge Nash que lo remodelara, y once años después la reina Victoria se instaló en el nuevo palacio. Cuando fue construido se trataba de una pequeña mansión comprada por el rey Jorge III para su mujer, la reina Charlotte. Desde 1937 ha sido la residencia principal de Elizabeth II. El esplendor se va encontrando en alfombras persas, escaleras con manillas doradas, techos labrados y pintados con oro, consolas y espejos gigantes, jarrones de porcelana china de dos metros de alto, obras de arte de Rubens y Velásquez que cubren paredes completas, lámparas y candelabros inmensos de muy fino y refulgente cristal, desvanes y juegos de sala con marcos y molduras de madera labrados y pintados en dorado, pianos de carey, pintados a mano con decoración pastel, cortinas con cenefas que visten altos ventanales, vajillas con baño de oro y comedores que exhiben jarrones de oro, con ángeles labrados y tallados. Todo ello, en Palacio, hace ver que cada objeto tiene su lugar, su historia y su por qué. Es en la Sala del Trono donde la Reina Elizabeth II y el Príncipe Phillip Mountbatten reciben a los Jefes de Estado y se atienden los asuntos oficiales. Es donde también ella entrega anualmente las condecoraciones y órdenes reales, pudiéndose apreciar allí una muestra de ellas. En cada uno de los salones hay guardias y guías, que no permiten en absoluto ninguna toma fotográfica o fílmica. Al salir de los ambientes internos, se disfruta de caminerías por los jardines, con lagos y bosques en los cuales uno se imagina a la realeza departiendo en sus ratos libres. En un salón externo, especialmente acondicionado, los turistas pueden comprar los souvenirs alegóricos a tan impresionante visita. Desde entonces, quedaría imborrable en mi memoria tanta magnificencia, tanta riqueza, tan suntuosidad, y reafirmaría en mí la lección aprendida en las aulas de mi colegio londinense, sobre el respeto que se debe guardar a Su Majestad, la Reina.

ENIGMAS CRISTIANOS DE CHARTRES

ISAAC VILLAMIZAR

El 17 de Agosto de 2001 tuve la ocasión de conocer uno de los templos más enigmáticos del cristianismo. Me refiero a la Catedral de Chartres, en Francia. Este templo, junto con los de Reims y Amiens, configura una de las tres joyas de la arquitectura gótica francesa. Allí se reúnen una serie de misterios que vinculan su construcción con la religión cristiana y otros tantos ligados a aspectos más paganos y hasta astrológicos. Desde su exterior lo primero que impresiona son sus dos torres muy altas y asimétricas. Igualmente, es de destacar los sólidos arbotantes, especie de arcos en su parte posterior, que constituyen uno de los signos más característicos de la Catedral. Edificada en sus inicios por los druidas celtas sobre un terreno con aguas y energías curativas, fueron en total cinco las iglesias erigidas a largo de los siglos, todas ellas destruidas por otros tantos incendios. Su actual versión fue la reconstrucción parcial del templo, realizada por el sabio, arquitecto, gramático, aritmético, astrónomo, médico y músico, Fulbert de Chartres.

Al entrar, en medio de un ambiente sombrío, más bien oscuro, sin embargo resaltan 2.600 m2 de vidrieras, vitrales y rosetones. En el altar mayor una espectacular escultura de la Asunción de la Santísima Virgen es el motivo principal. Bordeando el altar mayor hay una secuencia de una serie de acontecimientos del cristianismo, tallados en piedra, entre ellos la degollación de los santos inocentes. Sobre una alta columna se yergue una Virgen con el niño, negros ambos, ataviados en color dorado, que hacen un raro contraste. A propósito, como bastión de la cristiandad, Chartres entre las reliquias que conserva, tiene el “velo de la Virgen”, un trozo de una camisa de la Virgen María, a la que está consagrado el templo, y la que habría llevado durante el tiempo de su embarazo. El misterio del velo data del año 911, cuando fue utilizado como bandera para rechazar un ataque normando a Chartres. En la planta de la nave central, está esculpido, en piedra blanca y azul, el famoso laberinto de la Catedral. En verdad, no es propiamente un laberinto, pues es imposible perderse en él, ya que sólo hay un camino y conduce al centro. El laberinto muestra un camino fijo de 294 metros de recorrido, que debe ser seguido

con ritmo, según un ritual. Para los clérigos cristianos, este laberinto sustituía el viaje a Tierra Santa y proporcionaba las mismas indulgencias. En el centro del laberinto, según unos, está Dios y la salvación. Para otros, el laberinto tiene la misión de defender el centro, el acceso o “iniciación” a la sacralización, la inmortalidad y la realidad absoluta. Los más extremistas aseguran que el laberinto está relacionado con el recorrido de las corrientes telúricas que serpentean bajo los cimientos de la catedral.

A pesar de todos estos símbolos del cristianismo, son notorias las ausencias en la decoración de algunos episodios cristianos. Hay referencias a temas astrológicos, como el que en su suelo se representa la constelación de Virgo, que daría respuesta al enigma del por qué la planta del templo se orienta en sentido norte-este, que contradice los cánones arquitectónicos, según los cuales las iglesias se orientaban hacia Palestina, es decir hacia el este. Estos son los enigmas de la Catedral de Chartres, algunos cristianos, algunos paganos, algunos astrológicos, algunos míticos. Todos ellos, sin duda, viajeros por los laberintos del tiempo, en un sopor de silencio.

20060906

Registro de Viajes

Isaac Villamizar

Muchos son los beneficios de viajar: la frescura que reporta al espíritu, el ver y oír cosas maravillosas, la delicia de contemplar nuevas ciudades, el encuentro con nuevos amigos, y el aprender finas maneras. Otro beneficio es reportar para la memoria lo que hemos conocido. Eso es, digitalizar y escribir lo que encontramos a nuestro paso. Cervantes referiría que el andar tierras y comunicar con diversas gentes hace a los hombres discretos: mientras que un proverbio árabe asienta que los viajes ponen al desnudo el alma del hombre. “¿Qué es viajar”?, se preguntaba Anatole France: “¿Cambiar de lugar? No. Cambiar de ilusiones y prejuicios.” Incluso, Carlos Goldini, dramaturgo italiano, aseguraba que “el que no sale nunca de su tierra vive lleno de prejuicios.” Viajar implica conocer gentes y lugares. Para algunos ambos objetivos son requeridos. Otros se concentran más en uno de ellos. Rousseau admitía que hay muchas diferencias entre viajar para ver países y viajar para ver pueblos. Por eso, Camilo José Cela estimaba que cuando viajaba lo que más le interesaba era la gente, porque sólo hablando con ella se conoce el ambiente.

No es lo mismo ser turista que viajero. Turista es quien se apresura, por lo general, a regresar a su casa al cabo de algunos meses o semanas; el viajero, que no pertenece más a un lugar que al siguiente, se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la Tierra. Por eso, el viajero no sabe donde morirá. Es un eterno errante para quien- como lo decía Víctor Hugo – “viajar es nacer y morir a cada paso.”

La vida es un libro del que, quien no ha visto más que su patria, no ha leído más que una página. Eso me recuerda que los viajes hay que escribirlos. Hay que registrarlos. Porque como todos los grandes viajeros, se ven más cosas de las que se recuerdan y se recuerdan más cosas de las que se han visto. Muchas maneras existen para guardar en la memoria los lugares recorridos. Hoy la digitalización hace maravillas con esto. Particularmente, aparte de la filmación y reproducción fotográfica, aprendí de mi padre a llevar un diario escrito de viajero. Registrar por escrito las vivencias de viajero, estimula el cerebro e impulsa la actitud sensorial para no perder detalle alguno. También permite incorporar a las notas tomadas nuestras propias percepciones y comentarios de lo que conocemos. En este diario, para cada jornada trazada, anoto lo más mínimo. Asiento el hotel donde me alojé, cuanto me costó la habitación, cual comida típica degusté, cuáles museos visité, qué encontré en cada catedral, iglesia o templo conocido, en cuáles pueblitos o villas me detuve en mi tránsito terrestre, cuáles son las estaciones por las que pasa el tren, qué monumentos, castillos, montañas o valles se observan al margen derecho e izquierdo del río navegado, y así por el estilo. Un viaje se inscribe simultáneamente en el espacio, en el tiempo y en el intelecto. Los viajes han sido en la juventud parte de nuestra educación, y en la adultez parte de nuestra experiencia. Viajar es pasear nuestros sueños. Significa que todas las rutas están abiertas; que todos los caminos conducen a todas partes; que con los equipajes nacen muchas inquietudes, así como demasiadas satisfacciones.

Jardines de la Ciudad

Isaac Villamizar

Una ciudad sin jardines, sin fachadas y calles ornamentadas, sin fuentes multicolores, sin colorido y matices en sus calles, no es una ciudad. Así como las damas se adornan y se engalanan con hermosos vestuarios para resaltar su belleza, así las ciudades se ornamentan para exhibir a propios y visitantes su arreglo y su cuido.

Desde hace una veintena de años, Francia ha redescubierto sus parques y jardines. Este interés, cada vez más acusado, se percibe como un auténtico fenómeno social. La moda del arte de la jardinería, es causa de muchas creaciones y restauraciones en los jardines históricos. Los castillos y monumentos son los primeros favorecidos. Jardines medievales, jardines renacimiento, jardines a la francesa y a la inglesa, jardines contemporáneos o paisajísticos, según su estilo, acompañan a castillos, museos y monumentos. En temporada, estos se animan con visitas temáticas, exposiciones-venta de plantas raras o medicinales.

Al tener la fortuna de conducir un vehículo por la ruta París-Chartres-Orléans-Valle del Loiré-Blois-Amboisé-Tours, como viajero nos hemos deleitado con el espectáculo que uno se encuentra en cada ciudad, en cada villa, en cada población de la campiña francesa, que constituye la forma en que ornamentan las calles, plazas, jardines y monumentos de cada una de ellas. La profusión y colorido de flores es de tal naturaleza, que estas postales se impregnan, como aroma, por siempre en nuestra memoria. Cada lugar resalta por la decoración de sus calles, con capullos, botones y pétalos multicolores, todas ellas naturales, que dejan al viandante y habitante encantado por la mezcla de estas filigranas. El atractivo principal es el ingenio y la creatividad de paisajistas, diseñadores y arquitectos que se unen para lograr una verdadera y maravillosa obra de arte. Parece que en cada villa se hubiere decretado, como cuestión de honor, que sus calles y plazas deben mostrar una mini montaña de flores variadísimas, rematando en sus bordes cenefas intercaladas con colores diferentes. Los postes de alumbrado, a sus extremos, cuelgan materos de barro y plásticos, desbordados de flores. En la entrada de cada localidad se encuentra una plaza, donde está identificado el nombre del sitio con plantas y flores, junto con figuras como focas, liras, arcos, fuentes y cascadas, todo ello rodeado de mini jardines. Los balcones poseen en sus ventanas hermosas jardineras con pinos pequeños. San Cristóbal puede tomar este ejemplo. Tenemos gente talentosa. Los arquitectos y estudiantes de la UNET, diseñadores, paisajistas y urbanistas, pueden constituir un extraordinario grupo para darle brillo a la ciudad con jardines impresionantes. Los corredores de Angaraveca, Mesa de Aura y El Fical pueden proporcionar campanitas, pompón, bella las once, trinitarias, chocolata, varitas de san José, rosas, gladiolas, girasoles, margaritas y hortensias, las mismas flores que uno ve en Francia. Las particularidades de nuestro terreno y la climatología nos ayudan. Tendríamos que agregar una buena dosis de conciencia para cuidar y respetar estos jardines. Cantaríamos, entonces, que no sólo el campo está florido, con aromas y colores…sino que llegó la primavera a nuestra ciudad.

Experiencia de Viajero

Isaac Villamizar

Estando en el aeropuerto de Santo Domingo, conversando con unos amigos, nació la idea de escribir este artículo. Tiene la intención, primordialmente, de reflexionar sobre el valor que tiene en nuestras vidas viajar. Pertenecemos a un pueblo, a una ciudad, a un estado, a un país. Pertenecemos a una cultura, a una sociedad, a una idiosincrasia, y a una forma de ver la vida y el mundo. Pero cuando tenemos la excelente ocasión de visitar otras naciones y conocer otras maneras de pensar y vivir en ellas, estamos adquiriendo algo de incalculable trascendencia. Siempre recuerdo y agradezco a mi padre – asiduo viajero – por ayudarme a asumir lo que significa conocer otras tierras. Ello me ha permitido, en mucho, aprovechar al máximo cada oportunidad que tengo de hacerlo. Siempre él me ha ratificado, y así lo he interiorizado, que lo aprendido en los viajes es imborrable, permanente enciclopedia en nuestro cerebro. Se pueden perder todos los bienes materiales, pero lo obtenido en los viajes es algo que nunca te podrán quitar y que constantemente te hace ver el mundo de otra manera.

Sobre la experiencia de viajar se pueden escribir muchas cosas. Una inicial es que hay diversos propósitos en viajar. Se puede hacerlo por turismo, por negocios, por placer, por trabajo, por necesidad, por aventura. En cada propósito se viven experiencias diversas. Viajar por turismo, a su vez, constituye todo un proceso. Creo que lo viajes hay que planificarlos, prepararlos y diseñar un itinerario que le permita al viajero aprovechar al máximo su estadía y su dinero invertido. Ello es más explicable hoy en día, cuando existen limitaciones económicas para viajar. Hay que escoger los países y las ciudades más atrayentes y de mayor aporte cultural, desde el punto de vista turístico. Hay que saber cuánto tiempo se debe invertir en cada una, qué sitios de interés se deben conocer, la historia y progreso del lugar, la gastronomía típica, los medios de transporte idóneos. No es lo mismo viajar por avión, que hacerlo en tren, en vehículos de alquiler, en autobús con guía o en barco. Con cada medio de transporte se conocen lugares en forma distinta. Cuando se tiene una experiencia ya acumulada de viajes, y cuando se domina un idioma de habla universal, es más oportuno hacerlo libremente, sin ataduras de guías, de horarios inflexibles, de

itinerarios rígidos. Esto nos permite quedarnos en un sitio el tiempo que consideremos necesario para impregnarnos de su cultura. En bachillerato y en la universidad nos relatan de acontecimientos, de lugares, de esculturas, de museos, de obras de arte, de iglesias, de monumentos célebres en la historia de la humanidad. Pero otra cosa es ver esa obra de frente, estar en ella, reflexionar allí mismo, donde ocurrió algo importante del acontecer universal. Pareciera que nosotros retrocediéramos en el tiempo y participáramos de aquel suceso como lo hicieron sus protagonistas. Entonces una emoción y vibración indescriptible recorre nuestra mente y nuestro cuerpo.

Viajar nos permite ver al mundo con otro aspecto. Es ver otras realidades, otras visiones, otros puntos de vista, el lado oculto de la luna, que nos hace más cosmopolita y, simultáneamente, más terrenal.